miércoles, 18 de enero de 2017

LA LECCION DEL FUEGO

Hola, nuevamente aquí luego de un impasse producto de cierre de cursos, despedidas, fiestas y eventos sociales que me mantuvieron alejada de una de las cosas que más disfruto hacer y es escribir  este blog.

Como soy muy curiosa y me gusta aprender, siempre estoy en la búsqueda de temas para compartir y comentar haciendo foco en el coaching.

Esta curiosidad de la que hablo, me llevó a encontrar en un libro que estoy leyendo en estos días un cuento que me hizo reflexionar bastante sobre el ego y la importancia del OTRO en nuestras vidas.

Cuantas veces nuestra forma de ser en el mundo nos lleva por caminos de soledad creyendo que solo nosotros poseemos la VERDAD de las cosas porque vemos la REALIDAD, y así de a poco y sin darnos cuenta nos vamos alejando de los que hasta hace un tiempo nos acompañaban, quitandonos posibilidades de aprendizaje; y de pronto encontramos que hay una grieta entre ambos que no sabemos como se formo.

¿No sabemos? Es que mientras seguimos alimentando nuestra propia versión de como son las cosas  sin tener en cuenta al otro y su aporte seguimos aumentando la brecha de separación.

El ego nos aleja de la reflexión, de la indagación sobre nuestro propio hacer; nos deja en el lugar que conocemos y en el que estamos cómodos innválidos de nuevas herramientas de superación y visión.

Te invito a que luego de leer este cuento te tomes unos minutos y reflexiones en qué lugar estás hoy y dónde te gustaría estar... digamos... en seis meses (por poner una brecha de tiempo). Cómo te imaginás llegando a ese lugar? ¿qué herramientas que hoy no tenés querrías tener? ¿con qué personas quisieras llegar?

Te deseo una lectura gratificante y un maravilloso viaje de reflexión hacia tu interior.

La Lección Del Fuego
Un hombre que regularmente asistía a un grupo dejó de participar en sus actividades sin previo aviso. 
Después de algunas semanas, el maestro del grupo decidió visitarlo. Era una noche muy fría.
Encontró al hombre en su casa, solo, sentado frente a un hogar donde ardía un fuego brillante y acogedor. Anticipando la razón de su visita el hombre dio la bienvenida al maestro, lo invitó a sentarse junto al fuego y permaneció quieto, esperando.
El maestro aceptó la invitación y, sin decir palabra, se sentó confortablemente.
En silencio contemplaba la danza de las llamas en torno de las brasas de leño que ardían.
Al cabo de algunos minutos, siempre en silencio, el maestro seleccionó una de ellas, la más incandescente de todas y la separó del resto de las brasas ardientes. Se acomodó en su silla y permaneció callado.
El anfitrión prestaba atención a cada uno de sus actos con fascinación y quietud.
Observó así como la llama de la brasa solitaria disminuía hasta apagarse de una vez.
En poco tiempo, lo que antes era una fiesta de luz y calor ahora no pasaba de ser un carbón cubierto de cenizas.
Ninguna palabra fue dicha desde el protocolar saludo inicial entre los dos hombres.
El maestro se incorporó aprestándose a salir. Tomó entonces el trozo de carbón colocándolo nuevamente en medio del ardiente fuego. Casi de inmediato volvió a encenderse alimentado por la luz y el calor de las brasas ardientes en torno a él.
Ya en la puerta y antes de que el maestro se retirara dijo el anfitrión: -"Gracias por tu visita y el hermoso mensaje; muy pronto estaré de regreso junto al grupo. Dios te bendiga"

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